Irina no pudo evitar morderse un labio.
- Me deseas – sonrió Chris– Deseas mi cuerpo, ¿verdad?
Chris era un creído. Un creído con el cuerpo de un Dios griego y la cara de ángel.
Se abren las puertas y la chica sale a toda prisa, desesperada por escapar. Chris no pudo evitar mirarle mientras caminaba hacia la salida. Tenía que salir de ahí. Cuando se tropezó con alguien.
- Perdón – murmura, aun con la imagen de Chris abduciendo su mente.
Levantó la vista avergonzaba y se encaró con la perfección en persona. Notó cómo la boca se me abrió lentamente y cómo los ojos le destellaron de encanto.
Un joven delgado pero fornido con una camiseta blanca, revestido de una excitante piel coloreada por un bronceado natural y de cabello castaño, un poco alborotado se situaba delante de ella.
- Vaya... - le sonrió, mostrándole la perfecta hilera de dientes blancos, deslumbrándola- Perdóname a mí, nena...- Irina bajó la cabeza para ocultar el traicionero rubor de sus mejillas.
Se atrevió a levantar la vista para mirarle de nuevo, era dueño de unos bellos ojos azules donde parecía que el mismísimo Picasso había creado una obra de arte en diferentes tonos de azul.
- Bueno, ya, ya... - Chris se puso entre medio- Él es Zac, un compañero mío, el cual me debe una muy gorda...- se quedó en silencio durante unos segundos. Clava su mirada en la de la chica- Y ella es Irina.
- ¿La de Donovan? – pregunta ahora sin el menor rastro de sentido del humor en su sonrisa.
- No tengo nada que ver con Alexander – Irina, puso los ojos en blanco ante su pregunta.
Tenía enfrente a un hombre salido del propio infierno y a otro caído del cielo. Los dos supuestos agentes de la misma agencia, con habilidades y fuerza bruta.
Zac se la quedó mirando, descaradamente.
- Alex se habrá puesto las botas – musitó centrando sus ojos en sus muslos desnudos.
- Zac... – le contesta Chris en un tono serio, neutro – ella dice que no ha tenido ninguna relación con Alexander.
- Vaya desperdicio – sonrió relamiéndose.
- ¡Llévame a mi casa!
Irina se recogió el pelo hacia un lado. La cremallera de la cazadora de Chris, se deslizó hacia abajo, dejando ver sus pechos cubiertos por el sujetador negro. Los dos hombres se la quedaron mirando.
Era un peligro, un verdadero peligro. Dos hombres que rebosaban de testosterona, con una sola chica encerrada en una casa.
- Será mejor que te calmes.
- ¿Tienes ducha? - preguntó, dejando escapar un suspiro.
- ¿Por quién me tomas? Por tener tengo hasta piscina – masculló Chris– Primera puerta a la izquierda. Ahora te llevaré las toallas y algo de ropa... - Irina miró el rostro de Chris, tan sensual como siempre- Con el cuerpo que tienes mi ropa le irá grande... Tendré que comprarte algo, aun no sabemos el tiempo que te pasaras aquí.
Irina se volvió a morder el labio, asintiendo levemente con la cabeza. Se encaminó hacia la ducha, lanzándole la cazadora a su propietario. Dejando ver un trasero deseable y unas buenas piernas, moviendo las caderas. Chris parece sorprendido, incluso nervioso. Esto le ponía, aquella chica lo excitaba, más de lo que pudiera llegar a pensar.
Chris fue a coger una de sus camisas viejas. También cogió unos pantalones cortos, aunque a Irina le irían como unos piratas. Una toalla de cuerpo.
- ¿Una ducha en medio de toda esta mierda? Eso es lo último que me gustaría hacer a mí en estos momentos de...
Abrió la puerta del baño, sabiendo que Irina ya estaba dentro de la ducha, con el agua tibia recorriendo su cuerpo. Chris pensó que no le importaba, había visto muchas, por no decir demasiadas, chicas desnudas en toda su vida, y ya no le sorprendía nada. O eso es lo que pensaba él antes de entrar en el cuarto de baño.
- Te lo dejo aquí. – dijo dejándolo encima del lavabo.
- Vale... - la voz de Irina parecía tan relajada y excitante que Chris no pudo evitar sonreír.
Levantó la tapa del váter, se bajó la bragueta del pantalón y se dispuso a orinar. Cuando Irina lo escuchó, deslizó la mampara opaca hacia la derecha y asomó la cabeza.
- ¿Qué haces? – quiso saber, molesta.
- ¿Orinando? – contestó con énfasis, y dejándoselo ver todo.
- Joder, no podrías esperar...
- ¿Y me meo encima, guapa? - Irina se ruborizó.
Sin querer discutir más se metió de nuevo, ocultándose tras la mampara. Chris se dispuso a salir, pero observó que la mampara de la ducha no cubría del todo, había un sitio que no cubría. Se apoyó en la puerta y observó a Irina enjabonándose. Estaba agachada, con todo su hermoso tresero desnudo a la vista. Chris no apartó la vista de ella.
Resiguió la mirada, por su estrecha espalda, por las torneadas piernas. Todo brillante por el agua. Jodidamente excitante, más que una película porno de Jenna Jameson. Irina se incorporó de nuevo. Echó champú en sus manos y empezó a frotarse el pelo.
- Joder... - masculló el moreno fijándose en su plano vientre, subiendo la vista hasta su rostro.
Chris sintió algo que nunca había sentido. Nunca lo había puesto, ni gustado tanto ver una mujer desnuda, y más, sin hacer siquiera nada. Su pene empezó a latir con brutalidad, se endureció contra los pantalones. Quería liberarlo, quería quitarse la ropa, meterse en su bañera con esa chica protegida y follarla sin compasión. Antes de hacer una locura semejante, Chris se retiró, ajustando la puerta, dejando que Irina se duchara tranquila. Ahora el problema era como iba a bajar aquella enorme erección, si lo que más le confortaría es que Irina se abriera de piernas para él, y solo para él, y dejara que se desahogara en sus entrañas, mientras ella gritaba su nombre una y otra vez, gozando como nunca, mientras él se hundía completamente en su torneado cuerpo.
- ¿Qué te pasa? – Zac rió al verlo tan agitado.
Chris suelta un jadeo ahogado en señal de respuesta. Siempre se lo contaban todo, hasta las aventuras con las tías.
- Hace mucho, mucho tiempo que no te veo ruborizado, amigo. – el rió aun más, cómo si su estado resultara graciosa.
- Hasta yo me sorprendo a mi mismo... – Chris meneó la cabeza para que se le fuera la tontería.
- ¿Entonces? ¿Has visto a una modelo de Victoria's Secret desnuda o algo así?
- Lo que he visto le da mil vueltas a esas modelos. – Chris le regaló una sonrisa de autosuficiencia mostrándome todos esos dientes blancos de tamaño mediano.
- No puede ser. - giró la cabeza, incrédulo.
- Asómate por la puerta del baño y lo compruebas tú mismo. – le sugirió.
- ¿Espiando a tu huésped?
- No es mi huéspeda, es un caso…
- Da igual… ¿te pone, eh? No está mal.
- ¿Qué no está mal? – espetó– Bueno, dejemos el tema…
- ¿Qué pasa? Siempre te gusta opinar sobre las chicas conmigo.
- Lo sé, pero no... - se quedó a la mitad de la frase, pero tuvo ánimo para terminar- de clientas, casos o testigos.
- Temes que pase lo mismo que pasó con Selena... – no fue una pregunta, fue una afirmación. Chris optó por no decir nada, eso mismo lo delató – No tiene por qué...
- Desde entonces... - suspiró, como si de pronto volviera a ver el recuerdo nítido en su mente y se perdiera en él, entonces le miró- he aprendido la lección, nada de acostarse con el trabajo.
- Tomate un descanso – musitó sin mirar el rostro de Chris- Lo necesitas. Y si no lo haces tú... – le sonrió– pronto me veras a mi entre sus piernas.
Zac se levantó, dándole una sonrisa y apresuró el paso hasta su habitación. Irina, apareció tras la reciente salida. Con su largo pelo húmedo, y con el jersey de Chris que le llegaba por encima de las rodillas.
- ¿Qué tal la ducha? – se atrevió a preguntar.
- Muy, muy bien... – contestó estirándose y mostrando algo más del muslo – Ahora estoy más calmada.
Pues, si supieras que tenso estoy yo, muñeca...
- ¿Tienes algo para beber?
Chris arqueó una ceja.
- Acabas de llegar aquí y, ¿ya pidiendo? – masculló.
Sus ojos azules brillan con altivo. Mierda, mierda. ¿Qué pretende? Se relame los labios. Su boca le… le desconcentra. Irina tragó saliva.
- Tengo sed... – ahora, tenía el rostro de una niña inocente- Y sé que no me quieres aquí. Es solo por tu… trabajo. Solo tienes que meterme en tu precioso coche y devolverme a la ciudad- al decir eso, algo se removió dentro de ella, algo que le hacía estar confundida. Ese tipo de confusión cuando no te explicas, el porqué las cosas que haces o dices.
- No haré eso. ¿Para qué? ¿Para que te maten? – emitió una sádica sonrisa – Entonces no cobraría por este caso.
Irina suspiró y se dirigió hacia la nevera.
- Te importo solo por el dinero ¿Cierto?
- No sabes el dinero que gano en mi trabajo, por algo tengo todo esto... – abrió los brazos – Y si tengo protegida a una chica como tu... - puso los ojos en blanco – Además, arriesgo también mi vida en este trabajo.
- Es lo que tú elegiste.
Chris la miró serio. Mal, frío, como él era. Nada de sentimientos, nunca.
- ¿Tienes que tener siempre la última palabra? – preguntó retóricamente.
- Si. – le contestó, enfadándolo, dando un trago a un zumo de naranja. Chris observó cómo se relamía los deseables labios.
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