- Eh...- murmuró Chris acomodándose los pantalones.
- ¿Por casualidad... - preguntó volteándose hacia él de nuevo – no tendrás algo de lencería, maquillaje... o algo para mí?
¿Algo para ti? Ven, bájame los pantalones, y verás lo que tengo para ti, pequeña.
- ¿Me ves con cara de coleccionar las bragas de las tías que me tiro? – contestó Chris dando un trago de su cerveza. Y reprendió – para luego dejárselas a las mujeres que yo mismo protejo. O bueno, también exceptuando a los contados homosexuales que también me piden lencería de mujer.
- ¿Tienes que ser tan arrogante conmigo? – musitó ella, negando con la cabeza. Chris la ladeó, afirmando su pregunta.
– Vete a la mierda. – le dijo sin más – Eres tu quien me ha traído aquí. Por lo menos podrías tratarme mejor.
- Guapa, yo solo se tratar bien a las mujeres en un sitio, y ese es en la cama. – sonrió – si quieres... te trato bien.
- Encima guarro.
- ¿Guarro? No, por dios. Realista. – la miró descaradamente – mírate, tu cuerpo me pide que me lo coma. Vas provocando como una cualquiera. – le espetó sin remordimientos - ¿Por qué no te has puesto los pantalones?
- Porque me quedan enormes.
- Mira por donde... ¿Y qué llevas debajo, eh? – preguntaba con una leve sonrisa, sabiendo la respuesta.
Irina inclina la cabeza hacia abajo para esconder su recurrente sonrojo. ¿Era necesario pegarle una bofetada para que reaccionara? Si, quizá sí; pero sólo se limitó a sacudir ligeramente la cabeza.
- Nada...
- Eso afirma lo que digo.
- No soy una cualquiera, no voy provocando y no es culpa mía si sólo se te ocurre dejarme ropa que me van cuatro tallas mayores.
- Guapa, es lo único que tengo aquí... – la perfecta mueca de Chris le hizo reír. No le cabía duda de que algún día el soberbio rostro de Chris apareciera en carteles y revistas de moda de todo el mundo. Pusiera la cara que pusiera, era guapísimo.
- ¿Tienes la cena hecha? – preguntó, simpática de nuevo, a pesar de todo – es tarde, ¿no tienes hambre? Puedo preparar algo...
Chris sonrió. Vaya, una perfecta sonrisa era enmarcada por unos labios aparentemente suaves y rosados; aquello era lo más bello que había visto Irina desde lo que había llegado a esta casa. Y era la primera vez que le muestra una deslumbrante, descontrolada, natural y hermosa sonrisa mostrando los dientes.
- Haz lo que quieras, pero seguro que será mucho mejor que la comida de Zac.
Chris se dirige a paso tranquilo hacia la cocina y se apoya junto a la barra. Observa cómo Irina saca dos grandes platos blancos de un armario y coloca uno delante de él. Se agachó, haciendo que el jersey subiera, dejando ver mucho más que el muslo. No había manera de que la erección de Chris bajara y él para nada la ocultaba. Irina no se había fijado. Abre un cajón, saca tres manteles individuales negros y los coloca en la barra. Cuando se vuelve, Chris clava sus ardientes ojos marrones en ella. Coge un par de sartenes y las deja encima de la placa para mantenerlas calientes.
- ¿Vas a estar mirándome todo el rato? – le dice enrojeciendose de nuevo.
Sonríe.
- ¿Te molesta?
- Podrías hacer otra cosa... - murmura- No sé que miras tanto. – sus labios se arrugan formando una media sonrisa y le mira fijamente.
Al momento, Chris esta a su lado. Le pasó por detrás, rodeándola suavemente. Irina olió su seductora fragancia, mezclada con su propio olor. Sintió el roce de algo, precisamente en su parte trasera. Frunce el ceño. ¿Qué coño es eso? En un instante, Chris se separa para lavar con agua caliente una de las tablas para cortar, justamente a su lado. Irina miró discretamente hacia abajo. Una erección... Es enorme, cada vez más. ¿Chris está duro? Era más que evidente, durísimo.
Levanta los ojos un momento y observa su sonrisa perversa. Le divierte su expresión atónita. Se da cuenta de que está fijamente su miembro. Trago saliva.
- ¿Tanto te avergüenza saber que me excitas? – preguntó, como si fuera la cosa más normal del mundo.
- No... no es eso – mintió.
- ¿Es que te sorprende el tamaño? – se atreve a preguntarle con la voz ronca, aunque divertida.
Se giró avergonzada y se encaró con la perfección en persona. Estaba excitada. Chris era guapísimo, tenía el cuerpo que cualquier chicas, por muy pura que fuera, desearía tocar...
Y ahora, el tamaño de su maldita erección, creada por ella.
Chris se acercó a ella despacio. Le rodeó con uno de sus brazos por la cintura. Está muy seguro de sí mismo, muy sexy, y le brillaban los ojos.
El corazón se le dispara y la sangre le bombea por todo el cuerpo. No tenía experiencia con esto, no tenía experiencia con los hombres. El deseo, un deseo caliente e intenso, le invade el vientre. Chris se detiene frente a ella y le mira a los ojos. Joder, esta tan sexy...
- Hueles tan fuerte... - le dice Chris en voz baja, acariciando su cuello con la boca – Prometí no volver a tener relaciones con el trabajo, pero tú eres pura tentación.
La apretó contra su erección. Gime y no pudo apartar los ojos de su boca.
- Joder... - murmura- Puedo notar lo caliente que estas... Hueles tan bien... - le susurra mirándola a los ojos – Déjame probarte... lo necesito.
Parece que a Irina se le corta la respiración. No puede apartar sus ojos de los suyos. Chris la agarró de los muslo, sin pensar. No, ya no... ¿Pensar? ¿Qué es eso? Se había esfumado de su cerebro. ¿La vista? La tenía nublada. Lujuria, lujuria. Olía tan bien, a chica, a chica excitada. Y eso lo enloquecía. Se inclinó, le besa la parte inferior del cuello y va subiendo, sin dejar de besarla, hasta la boca. Irina intentó zafarse de su brutal brazo.
- Chris... Chris, por favor... - contesta con la voz ronca, tan empapada de deseo que apenas se reconoce ella misma.
Sus labios exigentes, firmes y lentos se acoplan a los de ella, metiendo la lengua, descubriendo su boca, ofreciéndole su saliva. Y sabían bien, joder si sabía bien. Su beso exigente, su lengua y sus labios, persuasivos. Gime y su lengua indecisa se encuentra con la suya. Le rodea con sus brazos, le acerca su cuerpo y le aprieta muy fuerte. Una mano sigue en su muslo, y la otra le recorre la columna hasta la cintura y sigue avanzando, sigue la curva de su trasero y le empuja suavemente contra sus caderas. Siente de nuevo su erección, que empuja lánguidamente contra su cuerpo. Lo volvía loco, nunca le había pasado, pero aquello se había convertido en una droga en poco tiempo. ¿Qué sería de él si tenía que tenerla todo un mes en su casa? Y aun no la había probado. Parecía que no hubiera follado desde hacía meses, pero aquel mismo día había fornicado al menos cinco veces, a pesar de que él apenas llegó al orgasmos una vez. Aquello era anormal... Esta chica lo hipnotizaba, le dominaba como no lo había hecho antes ninguna mujer.
El grito de Irina lo sacó de repente de la nube de lujuria en la que se encontraba. La mira, ahora con la mente clara. Le había hecho daño, en sus ojos había lágrimas. La había agarrado demasiado fuerte, sin pensar en la sensibilidad. ¿Sensibilidad? Él no entendía de eso, pero si sabía que no debía hacerle daño a una mujer en este caso. Ella debía gozar, y Irina no lo estaba haciendo. Se separó un poco.
- Lo... lo siento. – le susurra con voz ronca, demasiado baja. Se mira los pies, incómodo.
Es raro que Chris pida perdón, pocas veces lo hace.
- No pasa nada...
- Si, si pasa – levanta los ojos hacia Irina, que está mirándole fijamente - Te he hecho daño, y eso que no he llegado a nada. – vuelve a mirar hacia el suelo, clavando la mirada hacia un punto muerto.
Deseaba a esa chica como nunca había deseado a nadie. Ahora, que se arrepentía de lo que acababa de pasar, intentaría que no volviera a suceder.
– Lo siento. – repitió de nuevo, sigue sin poder mirarla
- No pasa nada. – musitó con una cálida sonrisa, cogiéndole del mentón para que le mirase a los ojos. Pudo distinguir claramente la confusión, el perdón y los nervios en sus ojos marrones – Se que no lo hiciste con mala intención... – se bajó de la mesa en la que Chris la había sentado – Solo ha sido un calentón.
Y vaya con el calentón.
Irina sirve la cena en los platos calientes, que deja encima de los manteles individuales. Sabía que a pesar de que le había dicho a Chris que se olvidaran de aquella tontería, no tendrían el mismo trato. ¿Y qué trato? Si Chris la odiaba... y ella a él. Era basto, arrogante y creído. Que estuviera bueno era un tema aparte. Un escalofrío le recorrió la columna vertebral. Chris era experto en tratar a las mujeres, y ella apenas sabía nada sobre el sexo. Ni pensar en acostarse con Chris. No, no, no. ¿Y si eso volvía a pasar? Intentaría evitarlo, aunque desearía que no fuera de esa manera. Irina y Chris deberían guardar las distancias.
- Emm... ah... - Irina se sobresaltó – Gracias.
La grande sonrisa de la que ella era dueña se expandió por su rostro.
- ¿Es comida italiana, no?
- Sí, sí – se aclaró disimuladamente la garganta.
Chris no dijo nada en toda la cena.
Irina se sentía cómoda con unos ajustados bóxers cerrados de color negro. Con la cintura elástica satinada de un color grisáceo y el logo de la marca estampado a contraste. Aunque le hacían bolsa por delante...
Otra de las muchas cosas que delataban el tamaño de la masculinidad de Chris.
- ¿Y estás con alguien?
- No, no estoy con alguien ahora mismo – trató de sonreír.
- ¿Y Donovan? - quiso saber.
- Alex no es, ni era, ni será nunca mi pareja...
- ¿Pero te acostaste con él?
Irina se atragantó con su cortado. ¿Sexo? ¿Cómo se le ocurre hacer preguntas tan personales? Zac le miraba con sus ojos azules mientras ella intentaba tragar el alimento que se le había atorado en la garganta, sintiendo cómo le raspaba.
Intentó tragarlo y luego tosió cuando lo logró.
- No me acosté con Alexander – puso los ojos en blanco ante su insistencia – Yo...
Se dio cuenta entonces de que pronunciaría su ‘‘pequeño’’ secreto en voz alta, o lo suficientemente fuerte como para que la oyeran. Vergüenza, eso es lo que pasaría delante de dos hombres que se la comían cada vez más con los ojos. Expertos en la cama, seguramente.
- Yo no tengo tan mal gusto.
Los dos chicos rieron.
- Así me gusta – habló el joven que estaba a su lado, Chris - Nada de nada con Donovan... ni trato, ni hecho – sonrió – pero juraba que tú eras otra de sus ❝amigas.❞
Irina le miró mal, matándole con la mirada. Se levantó y arrastró sus pies hasta el pequeño cuarto que sería su habitación, el de invitados. Luego, se internó en el. Era de tamaño medio, ni tan grande ni tan pequeño. Ideal para ella. La cama estaba al otro extremo de la puerta, contra esquina; cerca de la ventana, y había un pequeño escritorio a lado derecho y un armario enfrente de la cama y del escritorio pequeño.
- Perfecto, la has cagado... hasta el fondo – masculló Zac.
Chris se encogió de hombros, algo cohibido.
Zac le observó retirar dos platos. Esperó a que él terminase y retiró el suyo también. Un hombre duro, pero nadie le quitaba el ama de casa que llevaba dentro.
Cuando terminó, caminó hacia la habitación de Irina, muy decidido. Estaba dormida. Tumbada con una pierna arqueada. Su propia camisa subida, dejando ver el plano vientre con el ombligo. Se acercó con silencio, por algo era agente secreto, porque sabía tener cuidado. La tenue luz de la lámpara resaltaba sus rasgos. Su pelo caía despeinado y natural por la almohada. Su piel blanca como la nieve, los párpados cerrados, la respiración pausada y calmada. La excitación volvió al ver toda la imagen. Se inclinó para olerla. Joder. Se subió con cuidado en el pie de cama y se quitó el jersey.
Demasiado calor.
Siguió avanzando, subiendo con sumo cuidado la camisa blanca que le había dejado hasta por encima del escote. Observó con cautela el sujetador negro, embobado, y nunca mejor dicho. Irina seguía plácidamente dormida. La pausada respiración hacía que los pechos subieran y bajaran rítmicamente.
Chris se tuvo que desabrochar los pantalones, no podía más. Si seguía así le quedaría la cremallera de los pantalones marcada de por vida. Sintió un gran alivio. Se inclinó, quería probarla entera. Quería que la suave piel de Irina se erizara por su culpa, quería que sus deseables pezones se erectaran a causa de su lengua. Tenía ganas, pero si hacia algo así, la despertaría. Se contuvo y la siguió observando. Bajó la mirada hacia el bóxer. Se colocó entre las piernas separadas de Irina. Quería acariciarlas, quería tocarla, toda. Rozó sus labios contra ese bóxer tan jodidamente conocido. Ahora impregnado de la feminidad, de la flor de Irina. Estaba duro, estaba más que eso.
Irina sentía la respiración de Chris. Hacía rato que sentía su presencia, no estaba del todo dormida, y eso la había acabado de despertar. ¿Qué haría? Ella se había dejado desnudar casi completamente. Chris le había echado un vistazo a sus pechos, y ella no se lo había impuesto. Estaba tan sumamente excitada que aceptaría cualquier cosa que Chris le ofreciera.
A él le vino ese dulce y fuerte olor de nuevo. Sonrió.
Excitada, caliente.
Eso fue la gota que colmó el vaso, Chris iba a correrse antes de follar. Sonrió de nuevo y miró la cara dormida de Irina. Volvió a inclinarse, deseaba con todo su ser saborear a Irina, hasta la última gota de ese manjar que emanaba de su pura feminidad. Le arrancó los bóxers, bajándolos con los dientes. Todo pasó tan rápido, que cuando Irina se dio cuenta, ya tenía la lengua de Chris paseándose, disfrutando, de arriba abajo por toda esa mojada hendidura.